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Para la práctica del béisbol, como para todos los deportes en general, se requiere en principio de algo de habilidad o talento natural. Sin embargo, juega un papel muy importante, el desarrollo de la técnica y el conocimiento de las estrategias.

La humildad con la que se aborde la puesta en práctica de esos principios básicos, puede determinar el éxito o fracaso de un pelotero que quiera trascender a niveles de mayor competencia.

Muchos jóvenes que se inician en el béisbol, lo hacen motivados por la admiración que sienten por algún jugador activo, generalmente profesional y de gran renombre. Sus hazañas son la semilla que a ese muchacho provoca el interés por el juego. Es probable que ese jugador tenga la capacidad de hacer “milagros” en el campo, que su novel seguidor pretende emular. Pero todo joven debe tener en mente que en el béisbol se triunfa ejecutando eso que se llama “las pequeñas cosas”. Pero, ¿De qué se trata eso?
 
El béisbol es un deporte que tiene una cantidad enorme de reglas. En contraste con otros deportes, como el fútbol o basketball, su reglamentación es copiosa y bastante engorrosa. Sin embargo, para ganar un juego de pelota basta con anotar más carreras que el contrario. Así de simple. Tomando en cuenta el aspecto defensivo del juego, podríamos ampliar esto, diciendo que el objetivo del juego es: “anotar todas las carreras posibles y evitar que el contrario anote”.

Los jugadores que destacan, tienen en mente en todo momento, este sencillo concepto. Para ganar un juego, no siempre hay que hacer grandes cosas. ¿O acaso no hemos presenciado algún juego que se haya definido con un toque de bola, un lanzamiento desviado del lanzador o un profundo, pero manso, elevado a los jardines?

Los jugadores, sobre todo los que empiezan la práctica de algún deporte de equipo, tienen que comprender que su papel es ayudar, de cualquier forma permitida, a que el equipo gane. Lo que importa es el equipo. Los deportes de conjunto son así: requieren de un esfuerzo colectivo para triunfar.